sábado, 2 de julio de 2011
SUEÑOS DESPIERTOS
POEMARIO DE MUJERES
Los seguidores habituales de las muestras de Elena Pendás podrán observar nuevamente una colección de obras cargadas de mensajes sentimentales, románticos, emotivos, de una poesía cercana, que el espectador podrá no solo ver, sino sentir.
En un marco que pasa del intimismo del beso al ambiente bucólico o al desnudo que tactiliza la mirada, podemos advertir que no solo cambia la composición de las escenas. Incluso el guión subjetivo de sus relatos cromáticos varía. Las historias que nos cuenta Elena ahora en sus cuadros son de mayor densidad emotiva, cada vez más cercana a los cuentos pictóricos del neo-romanticismo.
Aunque se haga evidente para los visitantes de la exposición, sin necesidad de comentarios o guías, permítasenos decir que Elena acentúa su dominio de la imagen, que epidermiza seductoramente los cuerpos femeninos, que carnaliza poéticamente a esas mujeres que siguen siendo el centro de sus escenarios creativos. Y que consigue vitalizar todo el espacio de la muestra.
Coherente en sus presupuestos esenciales, y audaz en sus giros temporales, Elena Pendás ya pertenece a esas minorías que destacan en el ámbito nacional e internacional.
Su obra comienza a ser valorada allende las fronteras y en el Principado ya es una hija dilecta, una referencia del arte asturiano actual. En Galiza se la aprecia y quiere como propia.
MANUEL ALVAREZ PRIETO
Escritor-Crítico de Arte
Ribadesella, verano del 2011
lunes, 25 de mayo de 2009
VENENO
LAS MIRADAS... ESAS MIRADAS
Un año después de sus últimas presentaciones en el Principado, Elena Pendás retorna con una colección renovada, en la que podemos observar el crecimiento de su ecosistema creativo dentro del Pop Modernista, esa alternativa que ella ha creado y le ha dado fama dentro del Pop español actual.
El salón se convierte, una vez más, en un escenario donde Elena se recrea con sus fantasías, sus fabulaciones, toda esa imaginería cromática que la singulariza. Nos sorprende, eso si, acentuando la importancia significativa de las miradas. Las miradas que han sido siempre uno de los soportes más expresivos de su creatividad. Miradas que han contagiado desde la tristeza o la angustia, hasta la alegría, la seducción, el deseo, la fiesta... todo un mapa de emociones que el espectador recorre entre la intriga y la simpatía, en una complicidad de afinidades...
También, como en todas las muestras, la obra de Elena no se repite. Cada cuadro está vinculado a la autora, pero el conjunto es celibataire, las piezas sn únicas, solteras, diferenciadas. Cada cuadro tiene una historia, y una intención singular que se distancia de todo discurso unívoco. Incluso lo que hasta sus anteriores presentaciones se podría clasificar como de asombrosa o desbordante fantasía, sigue siendo así de excepcional, de lúdica, peo ahora nos agrega señales de una intimidad más honda, conceptualmente más profunda, más elaborada. Un indicio claro de que estamos asistiendo a una madurez estética apreciable.
Sus ejercicios nuevos, esos ojos espectaculares que nos observan y se observan hacia dentro, nos indican que Elena mira y se mira. Esos grandes ojos, esas miradas especulativas y misteriosas, son piezas seminales de una etapa que comienza, y que nos confirma que su lenguaje plástico se amplia. La nueva vehiculación formal y conceptual que su fantasía concentra en las miradas de ida y vuelta, nos hace pensar que entramos en un periodo autoral diferente, con interrogantes inventivos.
Y, finalmente, no hay que olvidar, en esta nueva exposición, el dinamismo vital de varios cuadros que estrenan su presencia. Nos referimos al extraordinario Pop (El tamaño no importa), así como al brillante y narrativo (Pequeño capricho), y a los nuevos desnudos que tactilizan la muestra (Tiempo de silencio). Con ellos se completa una colección brillante, divertida, de enorme fuerza cromática. Una fiesta visual.
TE VEO EN MI
ELENA PENDÁS, UN LUJO DE PINTORA (Articulo La Nueva España, 27.07.09)
Una oportunidad para ver la obra de la más original artista nacida en Ribadesella
Elena Pendás, un lujo de pintora
TONI SILVA. Hasta el próximo jueves expone en la Casa de Cultura de Ribadesella la pintora Elena Sánchez Pendás (aunque firma sus obras sólo como Elena Pendás), nacida en esta villa en 1964 -me ha dado permiso para decirlo- y afincada en Lugo por motivos familiares y porque también le encanta Galicia. Elena cuelga aquí un buen número de cuadros de grandes dimensiones, muy interesantes tanto desde un punto de vista decorativo (quedarían muy bien en cualquier sitio público, pues alegran la vista y se entienden -o parece que se entienden, que es distinto- desde el primer golpe de vista) como desde sus propias técnicas y contenidos. Desde sus orígenes como pintora se la ha tenido como una artista emparentada con el pop americano, y, desde luego, razones no faltan para ello, tanto por su forma de pintar (pigmentos acrílicos, formatos grandes, colores planos y vivos, línea clara, desenfado formal) como por su actitud a la hora de comunicar, muy directa y también desenfadada. O aparentemente desenfadada, y lo matizo porque a pesar de la sencillez de los mensajes siempre parece haber algo latente, algo escondido bajo la piel de los cuadros. Incluso algunos de ellos, como «Veneno» o «Te veo en mí», sombríos, toman un sesgo simbolista o incluso surrealista que los alejan decididamente de la órbita pop. Ahí hay un mundo por explorar que quizá algún día atraiga a la inquieta Elena Pendás. Lo más común en su obra es, no obstante, el color. Sus ambientes son luminosos y su trazo es limpio, rápido, grueso, casi de viñeta. No puedo por menos que recordar al gran Roy Lichtenstein (1923-1997) y sus cuadros de formatos generosos, ejecutados con su archiconocida «estética de cómic». Y, para explicarlo con más precisión, tampoco dejan de evocarme estas pinturas a algunas obras de «Las Costus» (Enrique y Juan, fallecidos ambos en 1989, gigantes del arte madrileño de los años ochenta y uña y carne con Olvido Gara y con nuestro Tino Casal). Una originalidad de Elena es la aplicación de colores acrílicos metalizados, que crean irisaciones muy interesantes y que potencian su calidad visual, abiertamente lujosa en algunos cuadros. Me gustan especialmente estos efectos en los que yo considero sus mejores obras en la exposición, me refiero a la trilogía compuesta por «Largo y cálido verano», «Dentro del laberinto» y «En el corazón del bosque», en la que creo ver reflejos de la esplendidez lujuriosa de la pintura de Gustav Klimt (1862-1918), el maestro del modernismo secesionista vienés. La temática de Elena Pendás es siempre la mujer, y me atrevería a decir que se trata siempre de ella misma -aunque metamorfoseada, claro-, con sus emociones, sus miedos, sus días de gloria y su correspondiente descenso a los infiernos. Toda la pintura (y todo el arte) no es más que eso, por muchas formas distintas que pueda adoptar. Y la mujer que se asoma a sus cuadros es una mujer corpórea, con curvas, senos y culo, nada que ver con las anoréxicas que se arrastran (o son arrastradas) por el mundo de la publicidad y por otros submundos que pretenden presentarnos como patrón a seguir. Viva la alegría de la vida, parece decir Elena, aunque a veces también ironice con la alimentación moderna en sus cuadros, como en el genuinamente pop «Pequeño capricho» o el guiño de «El tamaño no importa», que se refiere a un helado y no a otra cosa. Pues que viva.
miércoles, 25 de junio de 2008
domingo, 30 de marzo de 2008
REPROCHES
Decir a caballo entre Klimt y Roy Lichtenstein es intentar sintetizar un estilo de pintura que utiliza recursos del pop art, pero que, a la vez, se adentra por los caminos estéticos del modernismo. La fusión la realiza la riosellana Elena Pendás, cuya obra puede verse en la sala Cajastur durante todo el mes. El punto de partida es el pop, que domina en algunas de las obras y que «contamina» el resto con ojos de cómic, colores vibrantes y planos y gruesos trazos negros para marcar los contornos. La mujer es la gran protagonista de su obra, una mujer misteriosa y cambiante que encarna distintos momentos de la vida femenina. Los estampados, como Klimt, llenan todo el vestido, jugando a la confusión con el fondo.«El pop es el grito, la risa. Las otras obras, las de fusión, son más poéticas y juegan con motivos vegetales inventados, porque no me gusta nada copiar, el artista tiene que inventarse el mundo», explicó Elena Pendás durante la inauguración. La artista emplea colores metalizados, de tal modo que los cuadros cambian con la luz, de la mañana a la noche. Sus mujeres «muestran alegría, pero también melancolía», y expresan temas como el canto a la libertad, la espera, el inicio de la pasión y un curioso canto a las curvas, en contra de la anorexia. En esta encrucijada de estilos, Elena Pendás asegura que el pop es con lo que más se identifica y que seguirá siendo la base de sus investigaciones futuras.